25 ene 2018

1963-SARGENTO FURIA Y SUS COMANDOS AULLADORES – Stan Lee, Jack Kirby y Dick Ayers (1)


Si hay un aspecto en el que DC Comics ha superado tradicionalmente a su mayor rival, Marvel, ha sido en el del comic bélico ambientado en la Segunda Guerra Mundial. En 1954, el establecimiento del Comics Code Authority conllevó el cierre de los que quizá fueron los mejores comics bélicos americanos, “Two-Fisted Tales” y “Fronline Combat”, editados por EC y escritos por Harvey Kurtzman. Fue entonces cuando DC (entonces conocida como National Periodical Publications) aprovechó para consolidar su posición en el género. A finales de esa década adquirió los derechos de dos títulos de Quality Comics, “Blackhawks” y “G.I.Combat”, sumando esas cabeceras a su línea de cómics bélicos, que ya incluía “Our Army At War”, “Star Spangled War Stories”, “Our Fighting Forces” y “All-American Men of War”.


Marvel, que por entonces aún se llamaba Atlas Comics, también publicó varias antologías de historietas de guerra: en 1956 su catálogo ofrecía nada menos que diez colecciones bélicas, pero ninguna de ellas podía compararse en longevidad, calidad y popularidad con las de DC. Valga un ejemplo, el título de mayor recorrido de Atlas, “Battle”, llegó a los 70 números antes de ser cancelado en 1960. Aquel mismo año, “Our Army At War”, de DC, alcanzó su número 100 y sus ventas iban en ascenso gracias a la presentación en sus páginas del Sargento Rock, creación de Bob Kanigher y Joe Kubert.

En 1961, Atlas cambió su nombre por el de Marvel y con él también llegó un nuevo enfoque editorial: se priorizaron los títulos de ciencia ficción y superhéroes, manteniendo una presencia testimonial en los géneros de western, romántico y terror. Por entonces, Stan Lee tenía ya 39 años, pero le sobraban energía y entusiasmo juveniles y gracias a su carisma Marvel pronto consiguió distinguirse como la alternativa moderna a la más acartonada DC. Y aunque en esa nueva visión editorial, los comics de guerra no tenían buen acomodo, Lee tampoco quería dejar pasar la oportunidad de ampliar el espectro de los lectores potenciales.

En 1963, el legendario dúo compuesto por Lee y Jack Kirby había lanzado en la renovada Marvel un western, media docena de superhéroes y suficientes monstruos de absurdo nombre como para llenar todo el archipiélago nipón. “Sargento Furia y sus Comandos Aulladores” fue su primera y única colaboración en el ámbito del comic de guerra, un género que ya no gozaba del favor de los lectores. Sin embargo, muchos de los aficionados a “Thor” o “Los Cuatro Fantásticos” siguieron a los creadores en esta nueva aventura, quizá animados por el eslogan “La revista de guerra para quien odia las revistas de guerra”.

Dice la leyenda que un día, a finales de 1962, Stan Lee trataba de convencer a su escéptico tío y propietario de Marvel, Martin Goodman, de que el nuevo éxito que estaba cosechando la editorial se debía al nuevo estilo narrativo que él y Jack Kirby habían desarrollado, un estilo que podía aplicarse a cualquier género más allá de los superhéroes. Para demostrarlo, Stan apostó a que podía convertir en un éxito incluso una colección sobre algo tan poco apreciado entonces como el comic bélico y que, además, llevara en portada un título horrible. Esa fue la génesis de “Sargento Furia y sus Comandos Aulladores”. Lee optó por la Segunda Guerra Mundial, un conflicto que en la cultura popular gozaba de mejor prensa que el
entonces creciente problema de Vietnam, guerra esta última que dividía a la sociedad y que podía ser fuente de polémicas. La opción más obvia para ilustrar aquel nuevo título era Jack Kirby. Más allá de su increíble capacidad para dibujar decenas de páginas cada mes con un nivel de calidad notable, Kirby ya había tocado el tema bélico en el pasado con títulos como “Boy Commandos”, “Foxhole”, “Warfront” o “Battle”.

Hay otra historia distinta, menos apócrifa, acerca de la génesis de esta colección y que en su día contó John Severin. Según éste, fue Jack Kirby quien propuso a Lee colaborar en una serie sobre un duro sargento de infantería al mando de un grupo de soldados durante la Segunda Guerra Mundial –quizá intentando emular el éxito del “Sargento Rock” en la competencia-. Sea como fuere, “Sargento Furia y sus Comandos Aulladores”, cuyo primer número apareció en mayo de 1963, fue un producto interesante e injustamente olvidado de la Edad de Plata por cuanto en él, Lee y Kirby se saltaron muchas de las barreras que obstruían los comic-books de la época de una forma que nunca osaron hacer en los títulos de superhéroes.

Kirby abordó con entusiasmo el encargo. Al fin y al cabo, él mismo había combatido en Europa en la Segunda Guerra Mundial. Y una de las cosas que quiso hacer fue algo bastante inusual para la época: formar el comando protagonista con personajes que representaran –de forma muy tópica, eso sí- el microcosmos étnico americano. En sus filas militaban Timothy “Dum-Dum” Dugan, de ascendencia irlandesa, grandullón y pelirrojo, tan bruto como bonachón; Isadore “Izzy” Cohen era un mecánico de Brooklyn, el primer héroe judío en los comics; Dino Manelli era un atractivo italoamericano que había hecho carrera en Hollywood y que estaba claramente inspirado en Dean Martin; “Rebel” Ralston era un ex jockey de Kentucky con un marcado acento sureño; “Junior” Juniper era un universitario, el “listillo” del grupo.

El último de la tropa era Gabriel Jones, un músico de jazz que fue el primer héroe negro de
Marvel (anterior incluso a la Pantera Negra, también creado por Lee y Kirby unos años después en “Los Cuatro Fantásticos”). Durante los primeros años de la Edad de Plata (1956-1969), los americanos de raza negra eran inexistentes en los comics de superhéroes de DC. Éstos eran hombres blancos atractivos que actuaban en ciudades futuristas de rascacielos de cristal o agradables suburbios ajardinados poblados por gente bien vestida y tan blanca como ellos mismos. Fue en el Universo Marvel donde, desde su nacimiento con el número 1 de los Cuatro Fantásticos en 1961, empezaron a verse personas de color de vez en cuando, como ciudadanos anónimos en una escena de multitudes urbanas o como alumnos de una escuela.

En una época en que los derechos civiles era un tema de potencial polémica, Kirby y Lee –sin preocuparles cómo afectaría su decisión a las ventas en los estados sureños- utilizaron la inclusión de este personaje en el pelotón para mostrar cuál era su postura respecto a la segregación. Naturalmente y habiendo servido ambos en el ejército durante la guerra, eran perfectamente conscientes de que lo que hacían en el comic era una licencia artística, ya que en las tropas americanas sí había segregación. Fue, por tanto, una expresa postura política.

Dicho esto, el comando multirracial de Furia no era, de todas formas, el único ni el primero. Este honor corresponde a Jackie Johnson, uno de los hombres de la compañía Easy del Sargento Rock, que había tenido un papel protagonista en la historia “Eyes for a Blind Gunner”, en el número 113 (diciembre 61), editada por DC. Lo que hizo la participación de Gabe Jones en los Aulladores algo nuevo fue su visibilidad. Puede que Jackie Johnson hubiera aparecido dos años antes que Gabe, pero no volvería a vérsele en la misma colección hasta cuatro años después. En cambio, dado que los Aulladores eran en realidad un pelotón, Jones estaba, a la fuerza, siempre presente en todas las misiones.

Puede que hoy en día todo esto no parezca motivo de asombro, pero hay varias razones por las que la inclusión de Gabe en los Aulladores fue un hito importante. Los comics bélicos habían sido tradicionalmente muy populares entre los niños; en ellos se presentaba una imagen idealizada de los Estados Unidos y una definición sencilla del heroísmo con los que articular lecciones morales. Los héroes de los comics de guerra –Furia y sus comandos incluidos- eran, sobre todo y en primer lugar, hombres de honor que vivían sometidos a un código moral estricto y que trataban con justicia a todo el mundo, especialmente a sus enemigos. Al situar a Gabe Jones como parte del equipo y sin hacer de ello algo especial, Lee y Kirby lanzaban un mensaje valiente y nítido: los americanos negros eran tan normales y honorables como cualquier otro ciudadano del país.

La figura de Stan Lee divide hoy a muchos aficionados a raíz de los conflictos que tuvo con
Kirby y Ditko, diferencias acerca de las aportaciones que unos y otro realizaron en los comics en los que colaboraron. Pero si hay una cosa en la que todo el mundo debería estar de acuerdo es en el compromiso de Lee, en su calidad de guionista y editor, con la promoción en sus comics de la diversidad, el multiculturalismo y la armonía racial, algo que enseguida pasó a formar parte del espíritu editorial de la casa en todas sus publicaciones.

Como curiosidad cabe decir que los encargados de imprimir el comic no se esperaban algo así y en el primer número lo colorearon como si fuera un blanco. Lee hubo de enviar a la compañía encargada de la separación de colores de los comics Marvel instrucciones detalladas para que entendieran que Gabe Jones era un hombre negro. Aun así, ese error continuó produciéndose de vez en cuando en los primeros números. Si eran auténticas equivocaciones o actos deliberados del colorista –figura que no fue acreditada en el comic hasta su número 106- nunca se sabrá con certeza (los errores de coloreado sí han sido solventados en las reediciones más modernas).

Este surtido grupo de parias cuyo grito de batalla, “¡¡Wah-Hoo!!” les había hecho merecedores del sobrenombre “Comandos Aulladores” tenía al frente como líder a Nicholas Joseph Furia, un sargento duro como el acero, masticador de puros y eterno gruñón cuyos elementos físicos diferenciadores eran una perpetua faz mal afeitada y una camiseta hecha jirones a las primeras de cambio. Hijo de la Gran Depresión, Furia nació y se crió junto a su madre viuda (su padre, Jack Furia, había sido un piloto de la I Guerra Mundial muerto en combate) en la empobrecida zona del barrio neoyorquino del Lower East Side conocida como Cocina del Infierno. Furia era el clásico bala perdida: frecuentaba las salas de billar, iba siempre marcado con moretones y rasguños y trabajaba lo mínimo posible. Su vida cambió cuando se unió a la parroquia del padre Lewis Hargrove. Furia hizo gran amistad con el hermano menor de éste, que murió durante el ataque a Pearl Harbor. Para vengar la muerte de su amigo, Furia se alistó en 1941, se sometió a entrenamiento en Fort Dix y sirvió como sargento en Europa liderando a los Aulladores.

Los personajes secundarios de la colección incluían al Capitán “Happy Sam” Sawyer, el superior de Furia; Pam Hawley, interés romántico del sargento; el Baron Strucker, némesis del protagonista en el bando nazi; y el sargento “Bull” McGiveney, al frente de un comando en perpetua rivalidad con los Aulladores. En solo ocho números, Stan Lee y Jack Kirby presentaron un reparto lo suficientemente sólido como para sobrevivir casi dos décadas.

Todos los villanos de la serie eran (¿cómo no?) nazis con nombres como Hans, Fritz u Otto; y todos eran unos teutónicos despiadados, sanguinarios y asesinos. Este desfile de estereotipos unidimensionales entraba en claro conflicto con los intentos de caracterización que se perciben en el bando aliado.

En cuanto a las tramas, giran siempre alrededor de lo mismo: Furia guía a sus hombres en una misión imposible tras otra (el título del número 9, “Misión: Capturar a Hitler” ya lo dice todo). Algunas veces, el tono se aproximaba al de los comics superheroicos de Marvel; otras veces remedaba más al cine bélico y en otras se reproducían experiencias personales de Kirby en el frente de batalla (Lee, aunque fue reclutado, nunca salió de Estados Unidos). Sea cual sea la dirección que tome el guión, los números dibujados por Kirby (sobre todo los nº 4 al 7 y el 13) tienen un nivel de calidad destacable incluso para los estándares modernos, todo un logro si tenemos en cuenta la colosal carga de trabajo que soportaba el dibujante en aquellos años.

Lee y Kirby trataron de combinar en su nuevo título bélico el talento para la caracterización de Lee y la energía gráfica de Kirby con los que tan buenos resultados habían obtenido en “Los Cuatro Fantásticos”. Así, los primeros números (entintados por Dick Ayers) se parecen mucho a las historias de superhéroes de la casa, una premisa que empezó a dejarse de lado en el cuarto episodio. Así, el realismo brillaba por su ausencia en momentos como aquel en el que Dum Dum derribaba un avión nazi con una granada mientras
caía en paracaídas (nº 1, mayo 63); o cuando ese mismo personaje se enfrenta a todo un escuadrón a base de pedradas. Dignas de mención son, sin embargo, las escenas en el campo de concentración del segundo número. Jack y Stan eran ambos judíos y no evitaron el tema del genocidio de su pueblo. En una viñeta pueden verse los rostros demacrados de los prisioneros de guerra y en otra lo que claramente es una cámara de gas. En el número 3 (sept.63), “Medianoche en la Montaña Masacre”, tiene lugar un cameo del comandante Reed Richards, de los servicios secretos, lo que ponía a la serie en el continuo temporal del resto del Universo Marvel. A partir de este punto, la colección experimentaría un gran salto.

La primera sorpresa del nº 4 (nov. 63) es la entrada de George Roussos como entintador de Kirby (aunque acreditado como G.Bell), un profesional cuyo estilo apresurado no acababa de encajar en el género de los superhéroes pero al que el bélico le sienta mucho mejor. En este episodio, Furia conoce a Lady Pamela Hawley, una joven voluntaria de la Cruz Roja que, además, es hija de un lord inglés. Ambos empiezan una
relación sentimental que se prolongará catorce números y cuya química será, de lejos, una de las más logradas por Lee hasta la fecha. Su enfoque romántico habitual (ver Donald Blake/Jane Foster; Scott Summers/Jean Grey o Matt Murdock/Karen Page) era el de que ambos miembros de la pareja se amaban profundamente pero ninguno de los dos se atrevía a confesárselo al otro, una situación de bloqueo que pronto se tornaba aburrida. En cambio, Furia y Hawley dejan claros sus sentimientos mutuos y el hecho de que sus personalidades y trasfondo fueran tan distintos (él, burdo y criado en las calles; ella sofisticada y miembro de la nobleza) daba a su unión un toque distinto.

Otro momento importante tiene lugar al final de ese número 4. “Junior” Juniper, el Aullador con menos potencial en términos de caracterización, se convirtió en el primer héroe en morir del Universo Marvel. Puede que hoy no sorprenda a nadie, pero en 1963, los personajes de los comics, simplemente, no morían, al menos de forma definitiva. De un plumazo, la muerte de “Junior” aportó a la serie cierta distinción al aproximarla algo al verdadero drama bélico, en el que la gente muere para no volver nunca más.

Entre los números 4 y 5 de la colección, un moderno Nick Furia hacía su aparición en las
páginas del título emblemático de la editorial: “Los Cuatro Fantásticos”, que en su número 21 (diciembre 63), nos lo presenta convertido en un coronel de la CIA (había ascendido de sargento a teniente en la guerra de Corea y luego, tras espiar para Francia en Vietnam en la década de los cincuenta, directamente a coronel). En ese capítulo une fuerzas con los Cuatro Fantásticos para derrotar a un villano llamado Aborrecedor –y que resulta ser nada menos que Adolf Hitler-. La historia no era demasiado buena y se limitó a ser una excusa para que los autores situaran a Furia en un contexto diferente y con un aspecto remozado que incluía un parche en el ojo izquierdo, producto de la explosión de una granada en la II Guerra Mundial.

Todo gran héroe necesita de un villano a la misma altura y en el nº 5 (enero 64) Furia encuentra al suyo: el barón Wolfgan Von Strucker, el Nazi definitivo. Strucker fue para Furia lo que el Doctor Muerte para los Cuatro Fantásticos o Magneto para los X-Men: una némesis malvada y carismática que regresaba una y otra vez de la derrota o incluso la muerte para atormentar al héroe. Aristócrata prusiano de la vieja escuela, con monóculo,
boquilla y una cicatriz en el rostro recuerdo de un duelo a espada, Strucker era el enemigo natural de Furia, al que consideraba un salvaje retrasado proveniente de las clases más bajas y despreciables de la sociedad. Aquí, Strucker retaba a Furia a un “duelo entre caballeros” –que él mismo se encargaba de amañar, claro está-, pero en números posteriores reclutaría un escuadrón de comandos que actuaba como contrapartida nazi de los Aulladores. Años después, Jim Steranko encontró durante su brillante etapa en la serie “Nick Furia, Agente de SHIELD” la forma de recuperar aquella rivalidad, convirtiendo a Strucker en el líder de Hidra.

(Finaliza en la siguiente entrada)

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