18 sept 2017

1973-MANHUNTER – Archie Goodwin y Walter Simonson


A lo largo de su historia DC Comics ha institucionalizado la costumbre de reciclar sus viejos personajes dotándolos de nuevas identidades y disfraces, desde la Edad de Plata (Flash, Green Lantern, Atom, Hawkman…) hasta los tiempos más recientes (Robin, Blue Beetle, la mayoría de la JSA…). En la mayoría de las ocasiones, los autores mantienen el nombre y descartan todo lo demás. Es raro el caso inverso, pero aquí tenemos un ejemplo.

La primera aparición de Manhunter bajo la identidad del aspirante a policía Dan Richards tuvo lugar durante el boom de los superhéroes en los años cuarenta, dentro de la colección “Police Comics” de la editorial Quality, concretamente en su número 8. Sus aventuras finalizaron en el nº 101 y en 1956 el personaje, junto al resto del catálogo de Quality, fue adquirido por DC, donde acabaría integrado en los supergrupos Young All-Stars y All-Star Squadron.



Pero es que DC también tenía su propio Manhunter, nacido asimismo en los años cuarenta. Se trataba del detective de paisano Paul Kirk, que ayudaba a la policía a resolver crímenes. Aunque la serie se titulaba "Paul Kirk, Manhunter", el personaje no usó el nombre de Manhunter como alias. Sus primeras aventuras se narraron en “Adventure Comics” 58-72.(1941-42).

Para aumentar el lío, en “Adventure Comics” (1942), Joe Simon y Jack Kirby crearon un nuevo Manhunter, Rick Nelson, cazador reconvertido en luchador contra el crimen. Aunque no tenía superpoderes, se vistió con un traje de superhéroe rojo y se puso una máscara azul cuando un amigo suyo fue asesinado y decidió emplear su talento cazando una especie más peligrosa: criminales.

Aunque se trataba de un personaje obviamente distinto que el primer Manhunter de DC, el nombre Rick Nelson fue rápidamente cambiado a Paul Kirk: en la primera historia, se refieren a Manhunter con ambos nombres. Probablemente lo que ocurrió es que el editor, creyendo que ambos Manhunter eran el mismo personaje, le cambió el nombre a Paul
Kirk, identidad con la que se quedaría definitivamente de manera inmediata. El Manhunter de Simon y Kirby apareció en “Adventure Comics” hasta su número 92, en el año 1944, momento en que la escasez de papel provocó la reducción de páginas del tebeo y la cancelación de las aventuras del personaje.

Aunque Dan Richards y Paul Kirk nunca llegaron a encontrarse en las historias publicadas en la Golden Age -al fin y al cabo pertenecían a diferentes compañías- se les juntó una vez que DC reestructuró su continuidad, haciendo que discutieran sobre quién de los dos debía ostentar el nombre de Manhunter. Al final, cada uno se unió a un equipo distinto: Dan Richards pasó a ser miembro de los Freedom Fighters mientras que Paul Kirk engrosó las filas del All-Star Squadron. Pareciera que este último terminó su carrera como personaje tras su última aparición en 1944, pero he aquí que muchos años después, en 1973, encuentra una nueva vida de mano de Archie Goodwin y Wal Simonson.

Por entonces, Goodwin era ya un profesional de gran reputación. Desde mediados de los sesenta había sido el editor en jefe y principal guionista de la exitosa línea de revistas de terror de Warren (“Creepy”, “Eerie”) y en 1967 (y hasta 1980) colaboró con Al Williamson en la tira para los periódicos “Agente Secreto X-9”. Tras pasar por Marvel, fichó por DC donde, entre otras cosas, escribió y editó uno de los tres títulos protagonizados por Batman, “Detective Comics” (mientras que “Batman” estaba a cargo de Julius Schwartz y “The Brave and the Bold” lo coordinaba Murray Boltinoff). “The Brave and the Bold” era una colección de team-up y “Batman”, obviamente, era la cabecera principal del personaje. En “Detective Comics”, la labor de Goodwin era la de narrar historias del personaje con un mayor contenido policiaco; pero también debía encontrar una serie de complemento acorde con ese mismo tono. Decidió que no podía efectuar demasiados cambios en el personaje dado que no era el título adecuado para hacerlo. En cambio, optó por crear una historieta que se desarrollara según su propia continuidad, que tuviera personalidad propia y cuyo argumento encajara en una colección titulada “Detective Comics”. ¿Pero cómo hacerlo? ¿Qué personaje crear o elegir de entre el amplio catálogo de la editorial?

En 1971-72, DC había decidido implantar para todos sus comics un formato de extensión doble
que incluiría una historia nueva como contenido principal y otras, reediciones, de complemento. Jack Kirby, que por entonces estaba en DC y actuaba como editor de sus propias colecciones, decidió recuperar su propio “Manhunter” para su colección “Nuevos Dioses”. Y fue allí donde lo vio Archie Goodwin. Pensó que el nombre y el concepto eran muy atractivos. Como Batman, Manhunter cazaba hombres, si bien los suyos eran un trasfondo y un método diferentes de los del héroe de Gotham. Fue una extraña elección, pero no fue la única. Durante el mandato de Carmine Infantino al frente de DC Comics, editores, guionistas y artistas tuvieron la oportunidad de embarcarse en experimentos, ensayar nuevas ideas y crear o recuperar personajes poco ortodoxos. Fueron también los casos del Fantasma Desconocido, Orquídea Negra, el Espectro o Jonah Hex.

Como artista y haciendo gala del buen criterio por el que siempre fue conocido, Goodwin eligió a un joven recién llegado a la editorial llamado Walter Simonson.

Al principio ambos le dieron vueltas a la posibilidad de hacer de esta nueva encarnación de Manhunter un personaje totalmente nuevo, pero finalmente decidieron mantener la identidad de Paul Kirk, aprovechándose así de la historia ya creada a su alrededor. Diseñaron un nuevo uniforme que recordaba al estilizado atuendo de un samurái y cuyos colores (blanco y rojo) ofrecían un claro contraste con los del héroe al que servía de complemento en la colección, Batman. Le hicieron experto en armas de corte oriental (shurikens, dagas Katar) y adornaron el conjunto con cierto aire místico y de artes marciales tal y como era la moda entonces.

En el primer episodio, la acción comienza de la mano de Christine St.Clair, una agente de la Interpol encargada de rastrear y capturar al antiguo cazador Paul Kirk. Aunque se le creía muerto en la década de los cuarenta en el curso de uno de sus safaris, su cuerpo se había conservado criogénicamente para ser
finalmente reanimado por el Consejo, una sociedad secreta cuyo fin era el control del mundo. Tras su regreso, Kirk desarrolla un poder de autorregeneración y recibe entrenamiento intensivo en artes marciales. Se convierte también involuntariamente en molde para un buen número de clones a los que el Consejo pretende usar como ejército paramilitar con el propio Kirk como líder. Cuando Kirk demuestra tener más sentido moral del esperado y se niega a servirles de asesino, el Consejo intenta acabar con él aunque al final, el héroe, a costa de su propia vida, triunfa sobre sus enemigos.

Como dije, estas aventuras, un total de siete, aparecieron como complemento, de 8 páginas por entrega, dentro de “Detective Comics” –entonces bimensual-, entre los números 437 a 443 (nov.73-nov 74). Inicialmente, Goodwin entregaba a Simonson un argumento cerrado y estructurado en páginas y viñetas, pero enseguida –y esta generosidad es otro de los rasgos por el que Goodwin es siempre recordado con cariño por sus compañeros- dejó que Simonson interviniera en las tramas aportando sus propias ideas y dándole libertad para desarrollar la estructura narrativa. Hasta tal punto fue así que al final ambos se limitaban a hablar sobre la historia y Simonson luego dibujaba lo que le parecía.

Goodwin y Simonson supieron apoyarse en el pasado del personaje para proponer una nueva aproximación al mismo. Y hacerlo utilizando una historia de corte clásico pero que incluía elementos más modernos. En Manhunter se fusionaron ingredientes de la tradición pulp (la pistola Mauser, el orientalismo, la figura del justiciero) con las nuevas modas (el espionaje y la acción al estilo de James Bond, la fiebre por las películas de artes marciales o los argumentos dominados por la paranoia). Por otra parte, encontramos aquí detalles que luego hallarían reflejo en otras obras posteriores, como el uso de la criogenización (una técnica hoy habitual en la ciencia ficción pero no tanto en 1973) para traer de vuelta a un viejo héroe, recurso que, por ejemplo, utilizaría también Ed Brubaker en “Capitán América” para reintroducir a Bucky Barnes como El Soldado de Invierno; o los poderes regenerativos de Paul Kirk, que tuvieron su réplica en Lobezno cuando fue creado un año después en “The Incredible Hulk” nº 180; el ninjitsu en el que es adiestrado el héroe precede a la invasión de ninjas que tendría lugar en la cultura popular occidental, comics incluidos, no muchos años más tarde.

Archie Goodwin siempre se sintió más cómodo con héroes poco convencionales y aquí lo
demuestra. No sólo supo tomar un oscuro y antiguo personaje de la editorial y renovarlo acorde con los tiempos, sino que tuvo el atrevimiento de matarlo al término de la serie sin que hasta la fecha lo hayan resucitado (o algo parecido, puesto que en un par de ocasiones los guionistas han utilizado clones suyos). No sólo era una figura opuesta a Batman en cuanto a sus motivaciones, historia, traje y armas (el arsenal de uno frente a la preferencia del Hombre Murciélago por el cuerpo a cuerpo), sino que, por ejemplo, lejos de limitar sus actividades a un solo lugar (Gotham en el caso de Batman), Kirk viajaba por todo el mundo. Aunque era americano, sus aventuras transcurrían por diversos países y ciudades, desde Calcuta a Zurich pasando por Marrakesh y Gotham, y la autoridad aquí no viene representada por el gobierno americano sino por la Interpol. Tampoco tenía reparos a la hora de matar a sus oponentes. De hecho, cuando en el último episodio ambos personajes, Batman y Manhunter, unen fuerzas, esa inestable alianza sirve para constatar las importantes diferencias entre ambos y subraya el poco convencional heroísmo del segundo.

Quizá sea precisamente esa conclusión conjunta la principal debilidad de esta aventura en siete entregas. Dentro del género de superhéroes no hay nada malo en ignorar la existencia y peripecias de otras colecciones de la editorial con el fin de crear una realidad autocontenida propia. Esto es algo que hoy, cuando todas las tramas de todos los títulos de un determinado universo están fuertemente conectadas para poder involucrarlos en el evento de turno, parece una herejía, pero no obstante es un planteamiento totalmente válido del que se han servido con brillantez autores como Frank Miller (Daredevil). En este caso, el problema con el team-up, aparte de obligar al héroe titular a compartir la acción justo cuando llega el clímax en el que él debería brillar en solitario, es también moral. Manhunter es un guerrero a todo o nada, alguien que mata antes que dejarse matar y que lo hace sin remilgos ni remordimientos. Es una opción aceptable y comprensible dentro de su propio universo, algo parecido a lo que hace James Bond. Pero Batman es el tipo de superhéroe que santifica la vida y que no mata ni a sus más crueles y enloquecidos adversarios. Que ambos trabajen juntos resulta chocante y poco generoso con Manhunter, que al lado de Batman queda entonces casi como un villano y se ve obligado a justificar sus métodos. De todas formas y en descargo de Goodwin, hay que decir que esa idea de utilizar a Batman como adición de último momento en tal o cual aventura y en colecciones que funcionaban mejor aisladas del resto del Universo DC (como “Deadman” o “La Cosa del Pantano”), era algo relativamente habitual en los sesenta y setenta.

Por lo demás, el guión es inteligente, el ritmo y los diálogos son buenos y, además, la narración en muchos capítulos se aleja de la linealidad, jugando con flashbacks y subtramas. Hay algunos giros sorprendentes y un poco de humor. Al final, Goodwin supo terminar la historia para que las siete entregas formaran un todo coherente y autoconclusivo, algo que siempre se agradece en este género de colecciones interminables.

En cuanto al apartado gráfico, “Manhunter” supuso la carta de presentación para Walt Simonson. Muchos de los grandes nombres del comic empezaron su carrera en el medio justo al salir del instituto o incluso durante el mismo, pero el caso de Simonson fue diferente. Llegó a la universidad, donde estudió geología con miras a especializarse en paleontología, apasionado como era por el mundo de los dinosaurios. En cuarto año, al
reencontrarse con el mundo del comic, abandonó ese camino dándose cuenta de que no era lo que deseaba hacer y tras pasar un año de dependiente de una librería, decidió cursar estudios artísticos en una academia de Rhode Island, de donde se graduó tres años después, en 1972, antes de mudarse a Nueva York esperando ganarse la vida como dibujante de comics. Su portafolio causó buena impresión en DC, donde empezó a colaborar con gente como Howard Chaykin (“Ironwolf”), Len Wein (“Weird War Tales”) o este “Manhunter”, menos de un año después de haber empezado a trabajar con la editorial.

Su línea es todavía algo insegura y algunas figuras y acabados resultan toscos, pero todo ello queda sobradamente compensado por su osadía narrativa, su trepidante sentido de la acción y la forma en que consigue sorprender en cada página gracias a la composición de la plancha, la forma de las viñetas y su adecuación al ritmo de la escena. Como sucede tantas veces, las limitaciones con las que se vieron obligados a trabajar los autores sacaron lo mejor de su talento narrativo. Dado que sólo contaba con ocho páginas en cada entrega, Simonson jugó con todos los recursos a su alcance para concentrar el máximo de información en el mínimo espacio disponible: romper las formas y límites de las
viñetas, zooms, raccords, ángulos de cámara, superposiciones… Mientras que muchos comics están encasillados en una disposición de dos a ocho viñetas por página, “Manhunter” encaja de ocho a dieciséis.

Además, Goodwin supo ver enseguida el talento visual de Simonson y evitó recargar las viñetas con textos de apoyo. En una época en la que muchos guionistas trataban de compensar su complejo de escritor frustrado con una verbosidad aburrida y pretenciosa que, además, dificultaba o incluso anulaba la capacidad del dibujante, Goodwin volvió a hacer gala de generosidad al entender que el dinámico dibujo de su joven colega era más que suficiente para narrar muchas escenas –especialmente las de acción- sin necesidad de incluir cuadros de texto pretendidamente dramáticos.

Como sucedió con otros artistas (John Byrne es un buen ejemplo), esa valentía a la hora de experimentar iría diluyéndose conforme maduraran como autores. Simonson acabaría mejorando como profesional, claro está, pero en algunos aspectos prefiero “Manhunter” a prácticamente cualquiera de sus trabajos de los últimos veinte años.

Guionista y dibujante ganaron seis Premios Shazam (otorgados por la Academy of Comic Book Arts entre 1970 y 1975) por esta etapa, nada mal para una pequeña historia de complemento de
breve recorrido protagonizada por un personaje del que nadie se acordaba y con un espacio muy limitado en cada entrega. El éxito y reconocimiento, no obstante, tuvo un precio: el esfuerzo hizo que Simonson contrajera neumonía y mononucleosis y Goodwin engordó siete kilos además de retrasarse en sus labores editoriales.

Finalmente, Goodwin dejó “Manhunter”, “Detective Comics” y la propia DC tan sólo 18 meses después de haber entrado a trabajar en la editorial. Recibió una oferta de Warren para coordinar dos de sus revistas y, sabiendo que el trato de los autores en cuanto a derechos y devolución de originales era más justo en ese sello, no se lo pensó mucho. Era una decisión que conocía desde hacía meses, por lo que tuvo tiempo para escribir un final para la serie. Por su parte, Simonson había demostrado sobradamente su capacidad en la industria y a partir de este momento nunca volvió a tener problemas para encontrar trabajo, participando en colecciones como “Metal Men”, “Hércules Unbound”, “Batman”, “Doctor Fate”, “The Rampaging Hulk”, “La Espada Salvaje de Conan”, etc…

“Manhunter”, de Archie Goodwin y Walter Simonson fue una obra excepcional para su tiempo y hoy, casi medio siglo después, sigue gozando de una merecida reputación entre aficionados y profesionales como sólido comic de acción y aventuras, con un protagonista poco convencional (al menos para la DC de la época), una narrativa osada y una perfecta conjunción entre el guión y el dibujo. A la vista de la popularidad que en los últimos tiempos han cosechado series televisivas como “Alias” o “24”, resulta fácil comprender por qué “Manhunter” sigue resultando hoy una lectura entretenida: ofrece muchos de los giros de guión, organizaciones en la sombra e identidades robadas que continúan fascinando al público. Se trata de una mezcla entre comic de superhéroes, espías y aventuras, no particularmente profundo o elaborado, pero desde luego por encima de las repetitivas fórmulas que suelen darse en todos esos géneros.


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