8 jun 2016

1934- AGENTE SECRETO X-9 – Dashiell Hammett y Alex Raymond


Tras una década en la que el crimen organizado y la delincuencia común florecieron a la sombra tanto de la Ley Seca como de la profunda depresión económica que puso al país patas arriba en 1929, el público americano, harto de titulares sensacionalistas sobre violencia y asesinatos entre bandas rivales, estaba más que dispuesto a acoger con los brazos abiertos ficciones sobre curtidos luchadores por la ley que se enfrentaban a gangsters de todo pelaje. El género negro y la figura del detective “duro” habían nacido en las revistas pulp de los años veinte y en la década siguiente empezaron a colonizar las tiras de comic para la prensa. “Dick Tracy”, distribuido por el Chicago Tribune-New York Daily News a partir de 1931, fue un éxito instantáneo. En respuesta, el Publishers Syndicate lanzó en 1933 “Dan Dunn, Secret Operative 48”, otro duro agente de la ley que dedicaba sus vida a meter entre rejas a los criminales.



El magnate de la prensa William Randolph Hearst, que además era el propietario del sindicato King Features, comprendió que tenía que sumarse a la naciente moda de los policías duros si quería seguir vendiendo la misma cantidad de periódicos –así de poderosas eran las tiras de comic de la época un formato que cautivaba al público de una forma que hoy resulta difícil de imaginar -. Ordenó a Joe Connelly, director del King Features Syndicate que creara y distribuyera para sus diarios una nueva tira de detectives. Y, además, que no reparara en gastos. Así que buscaron a alguien famoso que avalara con su firma el nuevo personaje. Por suerte para ellos, el mejor escritor de lo que se daría en llamar “serie negra” estaba disponible gracias a su capacidad para gastar el dinero más deprisa de lo que entraba en sus bolsillos.

Dashiell Hammett, antiguo detective de la prestigiosa Agencia Pinkerton, era por entonces un escritor muy popular gracias a sus relatos para la revista policiaca “Black Mask”, en los que creó personajes tan memorables como Sam Spade, el agente de la Continental o Nick y Nora Charles. En su currículo ya figuraban obras clásicas como “El Halcón Maltés”, “La Llave de Cristal” o “Cosecha Roja”. Desde 1931, además, trabajaba en la industria del cine de Hollywood escribiendo guiones para la Paramount. Vividor y bebedor, su frenético y carísimo tren de vida le obligó a buscar nuevas fuentes de ingresos, entre las que se encontraba, precisamente, la oferta de King Features Syndicate. No tardó en aceptarla.

El sindicato ya tenía al guionista, un nombre de peso que les serviría para publicitar a lo grande su
nueva tira tanto en los periódicos propiedad de Hearst como en la radio. El dinero que ello costó obligó a ahorrar en la otra mitad creativa de la serie. King Features organizó un concurso entre sus dibujantes de plantilla con el fin de ver cuál de ellos era el más adecuado para encargarse de la publicitada serie. El ganador del “casting” (al que también se presentaron Will Gould –creador de “Red Barry”- o el gran ilustrador Russell Patterson) resultó ser Alexander Gillespie Raymond. Éste era por entonces un joven –y, por lo tanto, barato- pero prometedor dibujante que había trabajado como ayudante en otras tiras creadas y distribuidas por el King Features como “Tillie the Toiler”, “Blondie” o “Tim Tyler´s Luck” y que hacía poco había vendido la serie de “Flash Gordon” a la King. Y así, el 22 de enero de 1934, se publicó la primera tira de “Agente Secreto X-9” (casi al mismo tiempo que “Flash Gordon”, también dibujada por Raymond y que catapultó a este a la fama internacional).

Por cierto, que a diferencia de lo que hizo con otras series populares o con aspiraciones a serlo, la
King Features no quiso rentabilizar la inversión realizada en Hammett con el añadido de una página a color en la edición dominical de los diarios. Ésta era a menudo leída, además de por los adultos de la casa, por los niños, por lo que autolimitarse a la edición de tiras en blanco y negro de lunes a sábado equivalió a toda una declaración de principios: “Agente Secreto X-9” era una tira adulta para lectores maduros y no tenía cabida en el colorido universo de las “Sundays”. Fue una política que se mantuvo a lo largo de las décadas durante toda la vida de la serie y en todas sus encarnaciones.

El héroe titular estaba basado en buena medida en la primera gran creación de Hammett, el agente de la Continental, que había debutado en 1923 y protagonizado dos de sus mejores novelas, “Cosecha Roja” y “La Maldición de los Dain”. También se pueden detectar en él, al menos durante el primer año de aventuras, rasgos de Sam Spade o Nick Charles y situaciones y
personajes extraídos de sus relatos (como el gordo George Harper Carp, trasunto del Casper Gutman de “El Halcón Maltés”). Tal y como lo imaginó Hammett y lo dibujó Raymond, X-9 era un héroe masculino y viril, alto y ágil, que trabajaba para alguna agencia gubernamental no especificada y se movía con igual soltura entre asesinos y ladrones que en los exclusivos círculos de la alta sociedad. A los hombres, ya fueran matones baratos o empresarios millonarios, los trataba con distancia y seriedad funerarias. A las mujeres, ya fueran novias de algún gangster o damas de sociedad, se dirigía siempre con un frío desprecio. Las historias firmadas por Hammett incluían conspiraciones criminales de altos vuelos, piratas aéreos, secuestros, falsificaciones de moneda y, por supuesto, asesinatos.

En el primer arco argumental, “El Dominador”, que se prolongó nada menos que siete meses, X-9 luchaba contra un genio criminal que utilizaba el asesinato y la extorsión para minar la sociedad, una trama muy convencional dentro del mundo pulp. Le siguió “El Misterio de los Fusiles Silenciosos”, en el que el héroe sale al rescate de un empresario secuestrado, un thriller que empieza en la gran ciudad y termina en las praderas del Oeste con un espectacular duelo aéreo.

A pesar de tratarse de la colaboración entre uno de los mejores escritores de serie negra de todos los tiempos y uno de los más grandes dibujantes de comic, “Agente Secreto X-9” resultó ser en no poca medida y desde el comienzo una decepción. Para empezar, la confusión en el concepto básico
del personaje se hizo evidente casi desde la primera tira. X-9 era un agente secreto tan secreto que no sólo nadie conocía su nombre, sino que ni siquiera revelaba para qué agencia gubernamental trabajaba. Sin embargo, hablaba y actuaba exactamente igual que los detectives privados de ficción que tanto proliferaban por entonces, aceptando encargos de clientes ricos y siguiendo la pista a criminales comunes. En un momento dado, hasta se le asigna un criado filipino, que es eliminado de escena para siempre tan abruptamente como apareció.

El problema radicaba en la propia génesis del personaje. La King Features quería una serie que
pudiera competir con la creciente popularidad de “Dick Tracy”, pero en algún momento alguien decidió que no era suficiente que el héroe titular fuera un “simple” detective privado: también ejercería de agente secreto. Los agentes del FBI estaban por entonces obteniendo una gran aceptación gracias a películas como “Private Detective 62”, estrenada tan solo un año antes y basada en una serie de historias aparecidas originalmente en “Black Mask”, escritas por un amigo de Hammett, Raoul Whitfield, sobre un agente del gobierno caído en desgracia, Donald Fee, que decide reconvertirse en detective privado. Y ahí es donde entraron en conflicto las visiones y deseos de Hammett y de la King Features. Hammett quería, evidentemente, escribir argumentos protagonizados por un detective individualista y marginado, en la línea de los que había creado para la literatura; la King quería un agente secreto misterioso y más orientado a la acción que a las pesquisas.

Cuando el sindicato empezó a modificar o recortar los diálogos entregados por Hammet para acercar más la serie a la idea que ellos tenían en mente no sólo consiguieron disgustar al escritor y alienarle de un proyecto por el que nunca había sentido demasiado aprecio, sino que además
confundieron a los lectores acerca de la naturaleza del héroe titular. Ya desde los primeros meses de publicación de la tira empezaron a acumularse las inconsistencias y errores de continuidad. Por ejemplo, en la primera historia se nos presenta a X-9, un agente del gobierno sin nombre… o quizá con una identidad secreta como detective privado, porque un ¿cliente? le telefonea para contratar sus servicios. Y cuando se presenta ante él en la quinta tira, le espeta: “Puede llamarme Dexter. No es mi nombre, pero servirá”. Parece que algunos criminales lo conocen y le temen, pero la policía nunca ha oído hablar de él. Y, sin embargo, llega al escenario del crimen y se hace cargo de la investigación sin que nadie objete al respecto.

Esa ambigüedad fue sin duda uno de los factores que influyeron en que la serie nunca alcanzara la popularidad que se esperaba de ella. El sindicato consiguió venderla al suficiente número de periódicos como para que perviviera mucho tiempo (nada menos que hasta 1996), pero nunca pudo considerarse un auténtico éxito. Con todo y con eso, fue objeto de adaptación cinematográfica como película en 1937 primero y serial en trece capítulos en 1945, ambos con el sello de los Estudios Universal. También llegó a los comic-books cuando “Magic Comics” empezó a reimprimir las tiras en 1939, eso sí, relegadas a la parte final –las portadas, en cambio, siempre lucían a personajes como Henry, Mandrake el Mago o Blondie-. Cuando King Features lanzó su propia línea de comic books a mediados de los sesenta, el agente X-9 también estuvo allí y, de nuevo, sin el privilegio de ocupar una portada.

Así las cosas, Hammett no se molestó en dar lo mejor de sí mismo para esta serie. Sus historias estaban a todas luces escritas apresuradamente y sin demasiadas ganas, sabedor de que se las iban a retocar. Las tramas, falsamente realistas, abundaban en tópicos y carecían de las complejidades y cinismo de sus relatos detectivescos. Los matones son fornidos y con pinta de boxeador sonado, los gangsters visten con elegancia hortera y tienen rostros claramente malvados, las mujeres son predeciblemente elegantes…

De todos los autores de comic de la época, el de Alex Raymond fue sin duda el talento más
versátil. Otros artistas le superaban en cuanto a poder creativo u originalidad artística, otros eran mejores a la hora de crear la atmósfera adecuada en sus historias o en la plasmación de detalles, pero ninguno reunió la amplia variedad de habilidades de Raymond, habilidades que le permitieron moverse simultáneamente en temáticas tan dispares como la ciencia ficción de “Flash Gordon”, la aventura exótica de “Jungle Jim” y el mundo urbano y marginal que imaginaba Hammett, poblado de delincuentes, tramposos, estafadores, matones y mujeres fatales. Trabajando exclusivamente en blanco y negro (jamás llegó a haber una página dominical a color de “Agente Secreto X-9”), Raymond pulió un estilo al tiempo áspero y elegante, vigoroso y grácil, que transmitía con acierto la perspectiva cínica y recelosa que del mundo y la vida tenía Hammett. Se inspiró en la narrativa visual del cine negro y dotó a sus personajes de una indudable vitalidad.

Su dibujo, no obstante, estaba lejos de la sofisticación y voluptuosidad que pronto exudarían
“Flash Gordon” o “Jungle Jim. Si bien las figuras están bien detalladas y plasmadas con energía y dinamismo, ello en realidad servía en la mayoría de las ocasiones para enmascarar la pobreza de los fondos, muy esquemáticos y a menudo reducidos a unas cuantas líneas básicas (aunque cuando era necesario establecer el marco de la acción o la configuración del espacio por la importancia que éste tenía en la narrativa, sí dedicaba tiempo a dibujarlos con minuciosidad). La desilusión con las historias que llegaban a sus manos, la desvinculación de Hammett y la carga de trabajo con sus otras series –en las que tenía una mayor participación creativa y en cuyos créditos su nombre figuraba en solitario- se cobraron su precio en la evolución gráfica de la serie, progresivamente más formulista y descuidada.

El ritmo de vida y la actitud disoluta de Hammett constituyeron un continuo problema para Connelly. El escritor no cumplía las fechas de entrega y ya era evidente que estaba aburrido y que había perdido todo interés en la tira. En algún momento del tercer ciclo argumental, “El Caso Martyn”, Hammett dejó que la King Features terminara la historia, probablemente asignando la ingrata labor a algún autor anónimo de la plantilla. Se trata de un drama policiaco centrado en la niña Jill Martyn, utilizada como peón en una batalla legal por su custodia entre una tía rica y una madre disoluta. El hecho de que el héroe confiese que fue el asesinato de su mujer y su hija lo que le impulsó a dedicar su vida a luchar contra el crimen es un detalle sentimental que denota a las claras la desvinculación de Hammett del proyecto.

Hammett firmó el argumento de “El Caso del Coche Incendiado” pero, de nuevo, fueron otras manos las que dieron forma al guión que ilustró Alex Raymond, un elegante drama en el que X-9 se unía al FBI para desbaratar una banda de falsificadores.

Hammett dejó la serie en abril de 1935 tras escribir sólo cuatro historias. Puede que se sintiera frustrado al ver cómo sus esfuerzos por escribir algo coherente eran continuamente boicoteados por la interferencia del sindicato, pero una explicación más verosímil es que, al poco de aceptar el encargo de la King Features, Hollywood compró por 21.000 dólares los derechos para el cine de su último libro, “El Hombre Delgado”; y la Metro-Goldwyn Mayer le contrató como guionista con un salario de 2.000 dólares semanales. Todo esto restauró con creces la salud económica de Hammett y “Agente Secreto X-9” pasó entonces a ser una irritante obligación secundaria de la que se libró en cuanto el contrato expiró. A esas alturas y con su empleador igualmente desencantado con él, a nadie le importó demasiado.

Las siguientes dos aventuras, “El Caso de la Garra de Hierro” y “El Caso de la Joya Egipcia” fueron escritas por autores de plantilla de la King Features e incluso Alex Raymond fue sustituido,
al menos durante parte de la primera historia, por Austin Briggs. Al mismo tiempo, el sindicato trató de relanzar la serie contratando para los guiones a otro nombre conocido, el británico Leslie Charteris, quien introdujo un punto de malicia y humor al personaje que cualquier fan de James Bond reconocerá. De todas formas, en el poco tiempo que estuvo escribiendo la tira no fue capaz de insuflar en sus argumentos ni la acción de sus propias novelas de “El Santo” ni el ritmo de las historias de Hammett.

Charteris y Raymond firmaron por tanto “El Astuto”, una aventura que comenzó en noviembre de 1935 y en la que el anónimo agente perseguía a un misterioso genio del mal que suministraba
material y armas al mundo del lumpen. Volvemos a encontrarnos persecuciones, peleas y, una vez más, escenas de acción trepidante en las que los automóviles y los aviones –estos últimos, todavía motivo de fascinación para el público- juegan un papel fundamental.

En las viñetas se nota ya el abandono progresivo de Raymond a favor de su ayudante, Charles Flanders. Y es que, como he apuntado, el artista no estaba satisfecho con la marcha de la tira y no tardó mucho en abandonarla en cuanto terminó este arco argumental. Su meticuloso y más brillante trabajo en las páginas dominicales de “Flash Gordon” y la serie complementaria de éste, “Jungle Jim”, no le dejaban suficiente tiempo. Además, entregar puntualmente cada semana tres series diferentes con ambientación y continuidades completamente distintas debió ser un trabajo agotador desde todos los puntos de vista. Así, su nombre dejaría de figurar en los créditos en noviembre de 1935 para ser sustituido por Flanders, durante cuya estancia se desveló, por fin, que X-9 era en realidad un agente del FBI. Cuando años más tarde el FBI y su director, J.Edgar Hoover, perdieron el favor del público, el agente volvió a abandonar discretamente su nombre y adscripción.

En mi opinión, “Agente Secreto X-9”, en su etapa “dirigida” por Dashiell Hammett y Alex Raymond, no ha envejecido demasiado bien, aunque está claro, a tenor de su larga vida en manos de posteriores autores, que el personaje caló entre una parte considerable del público ¿Quién sabe qué habría pasado si hubieran dejado al escritor hacer lo que deseaba? Hay acción a raudales y algunos momentos gráficamente bien resueltos, pero los abundantes tópicos, burda caracterización, improbables coincidencias en la trama y predictibilidad de los argumentos la anclan demasiado al pulp más convencional.

Para amantes incondicionales del género negro, apasionados del comic clásico americano y admiradores de Alex Raymond.

2 comentarios:

  1. Por lo que cuentas los superhéroes aparecen aquí. Tendré que leer algo. En 1933 es cuando Siegel y Shuster comienzan a diseñar a Superman. Evidentemente los superhéroes son una especie de Ciencia Ficción pero sus 1ª historias, con Batman llevando pistolas y matando criminales hasta que los editores asustados le pusieron un crío, recuerdan mucho a lo que cuentas aquí. Los malos en general son gangsters, hay mucha acción, los superhéroes matan... Lo que pasa es que al llegar tarde, finales de los 30, cuando los gangsteres estaban más controlados, la cosa fue por otro lado. Pero parece que para los argumentos la inspiración nace de las tiras de detectives privados.

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  2. El género negro era inmensamnte popular por aquellos años, como demuestran la proliferación de tiras de prensa al respecto. El comic-book no apareció hasta mediados de los años treinta, sobre todo en forma de recopilación de tiras de prensa,por lo que poco material nuevo aportaban. Al poco empezaron a nutrirse de talleres especiales que suministraban material al por mayor -como el que fundó Will Eisner y sobre el que habla en "El Soñador", obra que comenté aquí mismo-. De todas maneras, los comic-books, por su distribución y orientación, estuvieron tradicionalmente más dirigidos y consumidos por niños y adolescientes -al menos al principio, los comics de la EC eran otra cosa-, mientras que los comics de prensa tenían el pedigrí de poderse disfrutar por todo tipo de publico. Un saludo

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