24 ene 2016

2009- NOTAS A PIE DE GAZA – Joe Sacco



Si hay un tema de actualidad que despierte controversias y discusiones encendidas es el conflicto palestino-israelí. Suelen ser debates éstos en los que se tiende a caer en estereotipos, descalificaciones y simplificaciones, incluido en lo que a los medios de comunicación se refiere. En ello interviene también una manera muy humana pero también muy desacertada de procesar e interpretar la información: cada persona crea a lo largo de su vida una compleja red de creencias que condicionan su visión del mundo. A medida que se asimilan nuevas informaciones, éstas se insertan en la red de tal forma que fortalezcan todavía más esa visión. Cuando esas informaciones no se ajustan a lo ya establecido por nosotros, tendemos a ignorarlas o dudar de su veracidad.

Y, por supuesto, hay otros factores. La propaganda descarada de uno u otro bando, los intereses económicos en juego, la corrupción y la alineación de otras fes con las partes en conflicto (los cristianos, les guste o no, tienden a sentir afinidad por el “pueblo elegido” de Israel, mientras que los musulmanes apoyan a los palestinos –a pesar de que un número no despreciable de éstos son cristianos-).



Joe Sacco es un tipo muy especial de periodista que intenta romper esa oscura maraña ofreciendo una perspectiva diferente. Se dio cuenta de que el periodismo que él mismo había estudiado y que alardeaba de objetivo, no eran más que cifras, datos sin contexto que no sólo impedían formarse una verdadera idea de la situación sino que fomentaban estereotipos y relaciones erróneas del tipo “Palestinos-terroristas”. Así, en los últimos quince años, Sacco ha venido realizando una serie de álbumes en los que brinda a los lectores una mirada muy cercana a zonas del mundo destrozadas no sólo físicamente, sino psicológicamente por traumas que nosotros, ciudadanos del llamado Primer Mundo, no podemos ni imaginar –al menos nuestra generación-.
 

Joe Sacco nació en Malta en 1960. A sus padres, de orientación socialista, les disgustaba la influencia de la iglesia católica en la vida de sus compatriotas y, siendo todavía Joe un niño, decidieron emigrar, primero a Australia y después a Estados Unidos. En Australia coincidieron con muchos otros europeos y el de la guerra era un tema recurrente que caló en el joven Joe, quien decidió convertirse en reportero. Cursó su licenciatura de periodismo en la Universidad de Oregón, pero sus inicios en el mundo laboral fueron tremendamente aburridos –trabajó para la Asociación Nacional de Notarios, por ejemplo-, así que decidió establecerse por su cuenta. Primero, lanzó su propia revista de cómics y luego fue contratado por la prestigiosa “Comics Journal”. Ya entonces las influencias de George Orwell y Bruegel se hicieron patentes en la escritura y dibujo de sus comics.

Fue a comienzos de los noventa, mientras residía en Berlín y trataba de ganarse la vida como
dibujante de comics e ilustrador, que empezó a interesarse por Oriente Próximo. Sin tener experiencia, se trasladó a Israel y de allí a Palestina. Aprendió rápido cómo moverse en esos difíciles entornos y observó con agudeza lo que ocurría a su alrededor. El resultado fue “Palestina” (1993), serializado en forma de nueve comic books en los que relataba sus vivencias en esa castigada región de Oriente Próximo cuando la Primera Intifada (el levantamiento popular de los palestinos contra lo que consideraban la opresión israelí y que tuvo lugar entre 1987 y 1993) tocaba a su fin. Sacco puntea su historia con múltiples entrevistas tanto a palestinos como a israelíes, aunque la mayor parte del tiempo la dedica a examinar el punto de vista de los primeros. Él mismo explica la razón de tal aparente prejuicio cuando una escéptica mujer israelí le pregunta por qué no muestra más interés en entrevistar a israelíes; Sacco le responde que lleva escuchando la versión israelí toda la vida. A través de innumerables películas, reportajes, conmemoraciones y recordatorios de todo tipo, en Occidente todo el mundo está familiarizado con las injusticias que sufrieron los judíos en Europa, especialmente en el siglo XX, y las matanzas que los nazis infligieron sobre su pueblo. Ahora bien, se pregunta Sacco, ¿y la historia de los palestinos? ¿Qué les ha ocurrido a ellos, como pueblo, en los últimos cincuenta años?

Cualquiera que siga con cierta frecuencia los temas de actualidad internacional podrá convenir en que la imagen que se proyecta desde los medios de comunicación occidentales es que Israel es el bastión en Oriente Próximo de la sensatez y la modernidad frente a una caterva de reaccionarios fanáticos que quieren exterminar al pueblo elegido por Dios. Las imágenes que suelen acompañar las noticias sobre esta región incluyen normalmente grupos de palestinos iracundos profiriendo amenazas. Por el contrario, es difícil encontrar informaciones que arrojen una luz inequívocamente negativa sobre la política y actos de Israel y, cuando eso ocurre, la fuente es inmediatamente tachada de antisemita y proterrorista. ¿Que Israel lanza misiles sobre Palestina matando a un grupo de civiles? Bueno, los palestinos deberían saber a estas alturas que la política israelí es la de contraatacar usando una fuerza mayor que la del ataque recibido; ¡simplemente, los palestinos deberían de detener sus ataques! ¿Que Israel se apodera de territorios palestinos para alojar a nuevos inmigrantes judíos? Bueno, después de todo es su tierra por derecho sagrado. Dios se la prometió en la Biblia. ¿Que Israel tortura y asesina a inocentes? ¿A sangre fría? Mentiras o exageraciones de sectores liberales. Es muy sencillo mantener un sistema de creencias cuando éste es impermeable a nuevas informaciones u opiniones.

Pero la orientación de la cuestión que Sacco ofrecía en “Palestina” difería también de lo habitual
en otro aspecto. En lugar de cargar contra Israel, su gente o sus métodos, optó por algo más sencillo pero también más efectivo: humanizar a los palestinos. También a los israelíes, claro, pero para gran parte de los lectores éstos ya eran muy humanos dado que eran sus testimonios y sus puntos de vista los que dominaban las noticias, películas, documentales y reportajes. En cambio, los palestinos eran percibidos como seres inhumanos cuyo único objetivo en la vida parecía ser la destrucción de Israel y no, como suele ser lo habitual en la gente de todo el planeta, poder vivir dignamente y con la mayor felicidad posible. Sacco demostraba que el palestino era un pueblo culto, maltratado por las potencias mundiales desde hace generaciones y atrapado en una injusticia para la que no hay solución fácil ni mucho menos inmediata. Sus ciudadanos son tan variados en sus opiniones, creencias y deseos como lo son los nuestros. Algunos quieren la paz a cualquier precio; otros una solución justa y equitativa al conflicto; hay quien reclama indemnizaciones; y otros, en fin, desean la guerra fervientemente. Son personas con sueños y pesadillas, movidas por la esperanza y la desesperación. Son, en definitiva, gente corriente.

De esta forma, Sacco consiguió dar voz a un pueblo marginado por los medios de comunicación y por sus propias creencias religiosas y hacia el que mucha gente había permanecido sorda hasta el momento, permitiendo que sus lectores pudieran empatizar con sus demandas.

Años después de la estancia de Sacco en Palestina y la publicación de su álbum, las cosas siguen más o menos igual. Los palestinos continúan sintiéndose –con razón- oprimidos y recurren a la violencia atacando de forma aleatoria a civiles israelíes. Y los israelíes se sienten atacados –también con razón- y disparan misiles contra la población palestina matando igualmente a civiles. El círculo vicioso de guerra, odio y terrorismo continúa engordando.

Tras Palestina, vendría “Gorazde: Area Segura”, sobre la guerra de Yugoslavia. Editado
directamente en álbum, tuvo mucho más éxito que “Palestina”. Fue alabado tanto por sus compañeros periodistas como por los artistas de comic, recomendado por prestigiosos medios de comunicación y premiado en diferentes ámbitos. Ello le convenció de que podía dedicarse profesionalmente a ello, especialmente cuando, a raíz del éxito de “Gorazde”, “Palestina”, ahora reeditado en forma de voluminoso álbum de 288 páginas, vendió 60.000 copias en un mercado tan refractario a estos temas como el de Estados Unidos.

En los años siguientes, Sacco publicó más historias sobre Bosnia, como “El Mediador: Una Historia de Sarajevo” y reportajes desde Irak o Ingusetia para periódicos y revistas. Entonces, decide regresar al conflicto palestino, pero esta vez con un objetivo muy distinto. Las 418 páginas de “Notas al Pie de Gaza” (un trabajo artesanal que le llevó cuatro años) ofrecen otra oportunidad para contemplar la tragedia cotidiana de esa zona del mundo desde una perspectiva única y, quizá, cambiar nuestra forma de pensar acerca de la misma.

Sacco investiga dos masacres que acontecieron más de medio siglo atrás y que aunque merecieron
un informe de Naciones Unidas, nadie prestó demasiada atención entonces ni después, acabando pronto sepultadas tanto por el interés del gobierno israelí en ello como por la continua avalancha de noticias que esa zona del mundo tiende a generar y que impide detenerse para tomar la adecuada perspectiva. Las matanzas tuvieron lugar durante la crisis de Suez en 1956, cuando el Ejército Israelí penetró en la Franja de Gaza, cuya mayoría de habitantes eran refugiados palestinos. De acuerdo con las cifras de las Naciones Unidas, el 3 de noviembre, 275 palestinos fueron asesinados en el pueblo de Khan Younis, en el extremo meridional de la Franja; y el 12 de ese mismo mes, durante una operación del ejército israelí, murieron otros 111 civiles en Rafah, a pocos kilómetros de distancia. El gobierno de Israel insistió en que las muertes se produjeron cuando los soldados contestaron a los disparos que estaban recibiendo. Los palestinos afirmaron que para entonces ya había cesado toda la resistencia armada.

Sacco acierta al interpretar este tipo de sucesos, olvidados y aparentemente secundarios, como
los pilares de la Historia. En este caso, los informes de lo sucedido salieron a la luz muy lentamente y quedaron pronto ensombrecidos por los hechos que fueron atropellándose durante aquella crisis bélica. Sacco rescató esos momentos de la oscuridad porque son “como otras innumerables tragedias a lo largo de las eras, que apenas llegan a estatus de notas al pie en el ancho caudal de la Historia incluso aunque a menudo contengan las semillas de la amargura y la ira que conforman los acontecimientos de la actualidad”.

Gobiernos y medios de comunicación olvidan que las atrocidades perviven en el recuerdo no sólo de los que las vivieron, sino en la memoria familiar a través de sus descendientes, aunque solo sea adoptando la difusa forma de un odio o un resentimiento sin origen bien definido. Sacco recoge el testimonio de Abed El-Aziz El-Rantisi, un líder de Hamás más tarde muerto por un misil israelí- que en 1956, cuando tenía nueve años y vivía en Khan Younis, vió morir a su tío: “Aquello dejó una herida en mi corazón que nunca se cura (…) te cuento la historia y casi estoy llorando…Plantaron el odio en nuestros corazones”.

Sin cometer el error de presentarse como el protagonista de la historia o un heroico reportero (de hecho se dibuja a sí mismo de una forma anodina y carente de expresividad tras unas gafas que impiden ver sus ojos, como un mudo testigo de su entorno en cuya piel pueda entrar cualquier lector), Sacco sí refleja en el álbum los esfuerzos que tuvo que hacer para encontrar, entrevistar, contrastar y comprender los testimonios de los supervivientes. A diferencia de muchos periodistas, Sacco está tan interesado en el reportaje como en el proceso de conseguirlo y, al mostrarnos la dificultad del mismo –encontrar las fuentes, recoger su testimonio, contrastarlo, sopesar su fiabilidad e ir construyendo la imagen de lo sucedido trozo a trozo, como si de un
enorme puzzle se tratara- tomamos conciencia de lo filtradas y superficiales que son la mayoría de las noticias que llegan hasta nosotros.

Acompañado por su tenaz guía y consejero Abed, Sacco alquila un apartamento en el centro del campo de refugiados desoyendo los consejos de sus amigos, viaja de un lado a otro a la caza de pistas de aquellos acontecimientos y, durante todas esas semanas que pasó en Gaza, el reportero-historietista contempla también los sucesos del presente y la situación cotidiana de quienes le rodean: pobreza extrema, miedo, inseguridad, demoliciones de edificios por parte de los israelíes, toques de queda, balas perdidas, asesinatos, manifestaciones de Hamas llamando al terrorismo suicida bajo efigies de Saddam Hussein… Son momentos que dan idea de lo desesperada que es la situación en Gaza, no sólo para la región como ente abstracto en un juego de poder geopolítico, sino para la propia gente, que es lo más importante y también lo que más a menudo pasan por alto las noticias, más preocupadas por las reuniones de alto nivel y las declaraciones de los políticos.

En Rafah, Sacco vive con la misma gente sobre la que informa, lo que influye en su perspectiva de la situación. Por ejemplo, el ya mencionado Khaled, un antiguo miembro de Fatah que ahora pertenece a los Comités de Resistencia Popular, una suerte de guerrilleros urbanos. Khaled es un hombre buscado por los israelíes desde hace años. Siempre en movimiento, no ha tenido una noche de descanso en años. Al retratarlo Sacco, sus facciones (nariz de halcón y larga barbilla) proyectan sombras de cansancio sobre su rostro, dejando al lector indeciso acerca de si es un individuo al que temer o al que compadecer. A pesar de que podría calificársele sin demasiados problemas como terrorista, es incorruptible y vive según un código de honor. Cuando él y otros compatriotas escuchan a un jeque exhortando a los jóvenes para que se levanten contra los israelíes, se sienten indignados por el desperdicio de vidas que ello va a suponer. “Le he oído discutir contra los ataques a civiles”, Sacco escribe sobre Khaled, “Le he escuchado defender una solución de dos Estados. Le he oído decir que estaría dispuesto a cambiar su “derecho al retorno” como refugiado por la oportunidad de vivir con su familia en paz”. Y, con todo, Khaled también reconoce que es un asesino, que “matar no es una gran cosa para mí”. Al subrayar estas contradicciones aparentemente irreconciliables, Sacco sitúa al conflicto no en el ámbito de las altas esferas políticas y militares, sino a un nivel individual, cotidiano.

Sacco contempla también con cinismo el papel de los activistas internacionales, no siempre
queridos y apreciados por la propia población a la cual supuestamente apoyan. La muerte de una de ellas, Rachel Corey recibió una gran cobertura mediática mientras que la de un palestino que falleció el mismo día a manos de los israelíes pasó casi desapercibida.

Las palabras sobre un papel son frías, abstractas. Las leemos y escuchamos todos los días: tantos muertos en Pakistán, tantos más en Afganistán… los números no significan nada, más aún si se refieren a “extranjeros” de países lejanos, musulmanes, terroristas o lo que la cadena de noticias de turno quiera contarnos. Lo que hace Sacco es darle rostro y voz a las personas afectadas, a cada muerto, cada niño escapando de la violencia, cada afligida viuda que ve su hogar demolido y cada padre, hermano o hijo enfurecido por la forma en que se ven obligados a vivir. La humanidad de los palestinos brilla con los testimonios de Ashraf, cuyos sueños se vienen abajo cuando los israelíes le obligan a evacuar su hogar; o Abed que quiere marcharse de la Franja durante tres o cuatro años “para ver algo más del mundo”. Sacco además tiene buen oído a la hora de captar y reproducir la forma de hablar de los hombres palestinos y detectar sus mentiras y “adornos”.

“Notas a Pie de Gaza”, pues, conecta dos momentos de la Historia y retrata con su dibujo la
atmósfera de la región que se vivía tanto medio siglo atrás como en su presente. Y si por algo se distingue esa atmósfera es por el odio. Pocos líderes israelíes mostraron empatía alguna por la tragedia palestina. Pero a comienzos de 1956, el Jefe del Estado Mayor israelí, Moshe Dayan, pronunció un famoso discurso en el funeral de un comandante de su ejército muerto en la frontera con Gaza. ¿Cuál era, se preguntaba, la explicación para el “terrible odio hacia nosotros” que sentían los palestinos? Y a continuación respondió a su propia pregunta: “Durante ocho años se han sentado en campos de refugiados en Gaza y observado, justo ante sus ojos, como convertimos sus tierras y aldeas, donde ellos y sus antepasados vivieron, en nuestro hogar”. Para añadir a continuación que los israelíes necesitaban estar “preparados y armados, ser duros y agresivos”.

Esa misma filosofía encontró aplicación práctica seis meses después, cuando las tropas israelíes tomaron Gaza. Las matanzas en Khan Younis estuvieron relativamente claras de acuerdo con los supervivientes y testigos: los hombres del pueblo fueron alineados en la plaza principal y luego asesinados a tiros. Algunos de los que se quedaron en sus casas fueron liquidados en ellas. El episodio de Rafah fue más complicado y transcurrió a lo largo de un día, cuando los varones del pueblo fueron obligados a reunirse en la escuela para que los israelíes pudieran determinar si eran o no combatientes. Aquí hubo bastantes más supervivientes que en Khan Younis y describen cómo algunos fueron tiroteados de camino a la escuela y otros apaleados hasta la muerte en el patio de la misma. El Ejército Israelí, mediante un comunicado secreto, encargó a dos oficiales la investigación de lo que eufemísticamente llamaron “Incidente de Rafah”. Dicho comunicado daba la cifra de 40 a 60 muertos y 20 heridos, pero Sacco no fue capaz de encontrar ningún informe de tal investigación en los archivos militares.

La viveza y el ritmo de los dibujos de Sacco, combinado con unos textos inteligentes, ordenados y
muy documentados, se ajustan perfectamente a su propósito que combina las labores del periodista observador de la actualidad con el historiador serio que acude a las fuentes últimas para reconstruir un fragmento del pasado. La búsqueda de testigos de Sacco, tanto palestinos como israelíes, y su manejo de documentación oficial de Naciones Unidas y el gobierno judío, constituye un trabajo periodístico impecable.

Es difícil imaginar cómo cualquier otra forma de periodismo podría haber dotado a la investigación de Sacco del mismo nivel de interés. Muchos periodistas y reporteros televisivos son conscientes de que las raíces de las crisis actuales se asientan en sucesos oscuros de los que apenas se ha dado publicidad, pero también reconocen que sus editores están más interesados en la noticia de hoy y que desprecian el análisis y contextualización dentro de la Historia como un trabajo autoindulgente que aburrirá y confundirá a los lectores-espectadores.

De hecho, “Notas al pie de Gaza” nace precisamente de este tipo de prejuicio de los editores. En la primavera de 2001, Sacco y Chris Hedges (un antiguo corresponsal del New York Times) se hallaban en Palestina escribiendo para Harper´s Magazine e informando de la situación durante los primeros meses de la segunda Intifada. Sacco recordaba vagamente haber leído en un libro de Noam Chomsky acerca un incidente ocurrido en Khan Younis durante la crisis de Suez en el que murieron un gran número de civiles palestinos a manos de soldados israelíes. Él y Hedges investigaron y confirmaron la historia, dándose cuenta de que las matanzas de 1956 explicaban al menos en parte la violencia que estaba teniendo lugar cincuenta años después. Sin embargo, antes de publicar el artículo definitivo, la revista eliminó los párrafos que mencionaban aquel suceso histórico. Sacco se sintió indignado porque un editor ignorante se permitiera condenar al olvido a 275 muertos. Así que en 2003, regresó a Gaza dispuesto a averiguar lo sucedido y contarlo a su manera, sin injerencias de ningún periódico. Una vez allí, le llegaron noticias de otro incidente ocurrido en la misma época en Rafah. Y tras varios años de trabajo, aparece “Notas a Pie de Gaza”.

Pero los editores de los periódicos no eran los únicos que despreciaban su interés por la Historia.
Cuando en 2002 y 2003, Sacco volvió a Gaza para tratar de encontrar testigos y supervivientes de las dos matanzas, toda la zona estaba ocupada por tropas israelíes y los jóvenes palestinos no podían entender su obsesión por el pasado cuando la violencia estaba a la orden del día en sus pueblos y ciudades: “¿Por qué te preocupas por lo que pasó en 1956? ¿Estás loco? ¡Acaban de derruir mi casa y la de mi madre! ¡Escribe sobre eso!”. Un muchacho palestino le pregunta al autor por qué ha elegido 1956 y qué beneficio hay en mirar al pasado cuando su pueblo está sufriendo las mismas situaciones en la actualidad, si no peores. Sacco le responde de forma tan sencilla como terminante: “Algún día, dentro de cincuenta años, también te olvidarán a ti”. La razón nos dice que el enfoque de Sacco era acertado, que debemos aprender del pasado para comprender el presente, que a los muertos les debemos su recuerdo; pero, emocionalmente, el lector no puede censurar a esos iracundos palestinos. Sencillamente, no tienen el lujo de digerir una tragedia antes de que la siguiente les alcance. Esta es una de las ideas esenciales del álbum: el delicado equilibrio entre la Historia y el olvido, entre el poder del conocimiento y la futilidad de revivir el pasado.

En diversos momentos del libro, Sacco muestra cuanto y cuán poco han cambiado las cosas recurriendo al uso de montajes temporales paralelos: imágenes del mismo lugar tomadas desde el mismo punto de vista pero en momentos distintos. La más impactante aparece en el clímax de su narración sobre los asesinatos de Khan Younis, en la que ilustra primero el mismo lugar en 1956 y a continuación su aspecto medio siglo después. En la primera viñeta, vemos los cadáveres apilándose contra las ruinas de una fortaleza del siglo XIV que ahora forma un lateral de la plaza del pueblo; en la segunda, esos muros están tapizados de carteles y graffiti y los coches aparcan donde una vez se desangraron los cuerpos. El tiempo sigue su marcha inexorable, parece decir Sacco con ese montaje, y sólo podemos percibir su marcha si prestamos atención.

Se ha acusado a Sacco de tener una actitud claramente propalestina y de que “Notas a Pie de
Gaza” es un flagrante trabajo propagandístico. Estas afirmaciones, sin embargo, provienen de gente que o bien no ha entendido la novela gráfica (si es que siquiera la ha leído) o que, como comentaba al principio, se niega a integrar en su esquema mental nuevos testimonios que puedan poner en entredicho el mismo. De hecho, el propio Sacco menciona una y otra vez lo poco verificable que resulta la información sobre las masacres de 1956 y no duda en poner en entredicho los testimonios de los propios palestinos cuando lo cree necesario. A veces los entrevistados son muy ancianos y sus recuerdos están borrosos; o bien entran en contradicción con otras informaciones, algo que el autor subraya, dejando que también el lector tome su decisión acerca de la validez de los mismos. Asimismo, reproduce con fidelidad la violenta retórica de algunos de sus contactos (por ejemplo, aquellos que abogan por aumentar los ataques terroristas suicidas) o deja constancia de la perspectiva israelí de cómo y por qué sucedieron ciertas cosas o siquiera de si sucedieron.

Gaza ha cambiado desde que Sacco realizó este reportaje. En 2005, Israel desmanteló los asentamientos de colonos judíos y retiró sus fuerzas militares, aunque siguió controlando de forma estricta y desconsiderada las fronteras de Gaza. En 2007, Hamas se hizo con el poder en la zona y en 2008-2009 el enclave sufrió un ataque devastador por parte de Israel. Toda la región es una fuente continua e inagotable de sucesos desgraciados que muchas veces impiden alejarse lo suficiente como para tomar la necesaria perspectiva. “Notas al Pie de Gaza” ofrece precisamente eso y es una de las guías más sólidas y documentadas para entender el odio con el que palestinos e israelíes llevan enfrentándose casi siete décadas.

Contemplado no como un artículo periodístico sino como un comic, “Notas a Pie de Gaza” es el
último y más depurado escalón en la evolución gráfica de Sacco, alguien que se define a sí mismo como un dibujante que hace periodismo más que a la inversa. Para él, la gran baza del comic como soporte de una crónica periodística consiste en su facilidad para situar al lector de forma inmediata en un lugar y un tiempo determinados –o en varios alternativamente, como es el caso-, pudiendo recrear visualmente una atmósfera que transmita al lector mucha más información y emoción que la palabra escrita. Hacerlo bien, sin embargo, no es fácil. Exige no sólo trabajo sobre el terreno, sino una posterior reflexión, recopilación de datos… y tiempo; un tiempo del que carecen los reporteros al uso, presionados por las fechas de entrega, la cambiante realidad y la volubilidad del público. De hecho, este voluminoso trabajo de más de 400 páginas le ha llevado a Sacco nada menos que seis años.

En la cúspide de su carrera, Sacco demuestra una gran pericia narrativa al ser capaz de condensar una impresionante cantidad de información (hechos históricos, datos, testimonios, vivencias propias y ajenas…) en una trama que no pierde el ritmo ni se dispersa. Su dibujo es indudablemente feista, muy influido por la escuela underground norteamericana, y ello quizá provoque cierto rechazo al lector menos experimentado en un primer
vistazo. Pero lo que parece un cierto descuido en la plasmación de figuras queda más que compensado por su magistral capacidad de ambientación y recreación de épocas. Su afilado blanco y negro es capaz de retratar con perfecta fidelidad los diferentes ambientes en los que se mueve la historia que cuenta: las colas de coches en la frontera con Israel, el bullicio humano y el caos que reina en las calles de Rafah, la siniestra tranquilidad de un pueblo atenazado por el miedo, la desolación de un barrio arrasado por los bulldozers israelíes, la furia de una manifestación por la muerte de un niño, la crueldad y desprecio de los soldados hebreos… Sus vistas panorámicas están tan minuciosamente documentadas y dibujadas como los detalles de muchas de sus viñetas, ya sean los roídos carteles en un muro o los artículos a la venta en una tienda.

“Notas a Pie de Gaza” destaca por ser uno de los pocos trabajos contemporáneos sobre el conflicto palestino-israelí que pueden sobrevivir al momento en que fue escrito y dibujado. Los lectores del futuro podrán seguir aprendiendo de esta obra gracias a su original formato mixto y el peculiar estilo desarrollado por un periodista de corazón que combina su capacidad para observar e indagar con el talento para transmitir sus vivencias e investigaciones mediante la narrativa gráfica.

No negaré que este álbum está lejos de ser una lectura fácil y reconfortante. No queda casi
espacio para el humor o la anécdota ligera. Casi todo lo que narra es una larga y sombría cadena de miserias, lágrimas, sufrimiento y muerte y es difícil para el lector permanecer inconmovible ante ello. Provoca furia y rabia por las injusticias que nos muestra y un sentimiento de inutilidad ante la impresión de que la historia se repite una y otra vez sin que aprendamos nada de la misma. Pero que su lectura resulte dolorosa no es una excusa para no leer “Notas al Pie de Gaza”. Se trata de un libro magnífico con el que podemos aprender mucho. Y esto, educarnos y formarnos la mejor y más ilustrada opinión posible, es de lo poco que nosotros podemos hacer al respecto de la situación en Oriente Próximo.

El veterano combatiente Khaled ofrece una reflexión a tener en cuenta: “No se trata de victoria. Se trata de resistir hasta el final”. Sus palabras de pesimismo, su postura de agotamiento extremo, su rostro marcado por la resignación y la tristeza, nos dicen mucho sobre el estado de ánimo de uno y otro bando. Al final, ese peaje emocional y ético es lo que une el pasado y el presente, a los palestinos y los israelíes. Después de todo, como Sacco reconoce, los judíos también fueron víctimas de atrocidades. Así que, ¿cuál es valor de la Historia en semejante situación? ¿Cómo podemos extraer algo de valor de todo ello? Estas son las cuestiones centrales de “Notas a Pie de Gaza” y el mérito de Sacco como periodista honesto y como artista comprometido reside precisamente en que no ofrece respuestas fáciles. De hecho, no ofrece respuesta alguna; porque, ¿quién las tiene en realidad?




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