22 ago 2015

1998-THE CLOWNS – P.Craig Russell y Galen Showman



P.Craig Russell es una flamante excepción dentro del mundo del comic americano. Dibujante sobresaliente de gran sensibilidad y magnífico narrador, comenzó su carrera en Marvel, pero sus inquietudes temáticas y gráficas no tardaron en llevarle al ámbito del comic independiente. Durante buena parte de su carrera, ha realizado colaboraciones como dibujante o entintador para colecciones punteras de las grandes editoriales (de “Elric” a “Batman” pasando por “Sandman”), pero su verdadera obra, aquella en la que vuelca todo su interés y por la que quiere ser recordado, discurre por caminos muy diferentes.

Russell es un gran aficionado a la literatura clásica, y así lo ha demostrado adaptando al comic cuentos fantásticos de Oscar Wilde o los relatos de “El Libro de la Selva” de Rudyard Kipling. Pero, sobre todo, es un ardiente enamorado de la ópera. Su deseo de aunar ambas pasiones, el género lírico y el cómic, le llevó hace ya décadas a traducir al lenguaje de las viñetas los libretos de conocidas óperas, desde los Nibelungos de Wagner hasta La Flauta Mágica de Mozart. Hablaremos de algunas de ellas en otras entradas, pero ésta se centra en su versión de “I Pagliacci”, escrita por Ruggiero Leoncavallo a partir de un suceso que presenció en su infancia y estrenada en Milán en 1892.



La historia es muy sencilla y se apoya en el típico triángulo amoroso en cuyo centro se encuentra la mujer fatal, ocupando los vértices sus atormentados pretendientes. Una compañía de comediantes llega a un pequeño pueblo. El jefe de la misma es Canio, quien profesa un amor posesivo y celoso por Nedda, la actriz principal. El payaso, un contrahecho llamado Tonio, también pretende los favores de Nedda, pero lo único que recibe de ella a cambio de sus palabras de amor es rechazo y humillación. Ansioso por vengarse, descubre que la muchacha mantiene en secreto un amante, Silvio, con el que planea fugarse, y empieza a intrigar para que Canio liquide a ambos. El espectáculo, sin embargo, debe continuar, y la obra que todos ellos representan ante el público resulta ser un inquietante calco de la verdadera situación sentimental tejida entre los tres. Ficción y realidad, interpretación y emoción, se funden sobre el escenario para desembocar en un sangriento desenlace ante los boquiabiertos espectadores.

“Los Payasos”, realizada después de la magistral “Ramadán” para la colección de “Sandman”, es probablemente una de las mejores adaptaciones que ha realizado Russell. Lejos del tono épico o fantástico de otras obras, pobladas de héroes de talla mitológica y dilemas más grandes que la vida misma, ésta es una tragedia costumbrista en la que ningún personaje despierta verdadera simpatía en el lector: Canio es un individuo violento y
posesivo; Nedda es mentirosa y altiva; Tonio, vengativo e intrigante; y Silvio un necio cegado por el amor a una mujer peligrosa. Russell retrata perfectamente a todos ellos mediante cortas y precisas escenas que revelan su verdadera naturaleza.

El clímax final en el que confluyen todas las conflictivas emociones está perfectamente orquestado. Sobre el escenario se desarrolla una farsa que los actores, poco a poco, comprenden que es muy real, mientras que los espectadores –retratados deliberadamente de forma menos realista que los protagonistas- sólo al final descubren que lo que han presenciado no sólo no es una comedia, sino una tragedia que tenía poco de ficción. Esa inversión de papeles en virtud de la cual los actores, siguiendo un guión, se ven abocados a representar la realidad –su realidad-, es lo que constituye el meollo de esta historia.

Russell, como decía al principio, es un narrador de primera línea. Nunca ha temido experimentar, tanto con su línea como con las posibilidades expresivas y estéticas del color o con el propio lenguaje del comic. En esta ocasión, aunque se trata de una historia relativamente sencilla en cuanto a su trama, sí tiene un intenso componente emocional y de metalenguaje. Russell –que aquí colabora
con el rotulista y dibujante Galen Showman- despliega todo tipo de recursos empezando por su impactante portada: raccords, rotura de la cuarta pared, planos detalle tanto independientes como insertos en viñetas mayores, alternancia de estilo caricaturesco –para los aldeanos, que forman una suerte de comparsa- y realista –para los protagonistas de la tragedia-, rotura de los límites de la viñeta, variaciones bruscas de la angulación y esa habilidad tan especial que le permite colocar hasta doce viñetas por página y, sin embargo, no transmitir impresión de congestión o apiñamiento.

La elección del blanco y negro –matizados por los grises que se aplican mediante tramas- resulta acertada para una historia de celos, traiciones y asesinatos en la que no parece tener cabida el color. El dominio que Russell tiene de la figura humana y la expresión corporal le permite representar un amplio registro de emociones, colocando a los personajes en la difícil línea que separa el histrionismo interpretativo propio de la ópera de la actuación de corte más realista.

En resumen, “Los Payasos” es un magnífico ejemplo de virtuosismo narrativo. En tan sólo treinta y una páginas, Russell describe perfectamente un agitado torbellino emocional, utilizando todos los recursos del género para romper el a menudo frágil velo que separa la ficción y la realidad.



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