Puede que los lectores no sean conscientes de ello, pero la
vida de un autor de comics suele ser ingrata, agotadora y angustiosa. Las
innumerables horas pasadas frente al tablero de dibujo no se traducen en unos
ingresos jugosos; la competencia suele provocar sentimientos de inferioridad; y
las interminables sesiones de firmas en salones y ferias incrementan aún más
una carga de trabajo ya de por sí abrumadora. El autor debe aceptar que su obra
no interese a nadie; que no le comprendan; que le paguen poco, tarde y mal (o
que ni le paguen); someterse al capricho de los editores o las exigencias del
mercado en contra de sus valores artísticos; medirse frente a genios de talento
inalcanzable… En fin, vivir en un estado de constante cuestionamiento personal,
artístico y profesional durante el dilatado proceso de creación de un comic.
Pues bien, todo eso y más es lo que, con un tono de ácida
sátira, retrata Daniel Blancou en “Sobra un Autor de Comic”, un álbum de gran
formato con más carga autobiográfica de la que al propio autor probablemente le
hubiera gustado.